Francisco Ignacio es el segundo hijo de cuatro hermanos, nació el 23 de mayo de 2004, hijo de Mauricio Poblete y Andrea Saavedra, hermano de Mauricio, Zahira y Allison. Vivió en este mundo por 21 años, nos dejó en una fría mañana del día 20 de julio de 2025, dejando en sus seres queridos un vacío inmenso.

Una infancia valiente
Francisco fue un joven alegre, gracioso, dueño de una forma particular de enfrentar la vida. Su mayor virtud: la valentía, el arrojo y el coraje; atributos que le permitieron sobrellevar una vida llena de obstáculos.
Con tan solo 5 años fue diagnosticado con Kawasaki, una enfermedad extraña que le ocasionó cuadros febriles altos. Desarrolló un síndrome nefrítico que lo mantuvo hospitalizado en Curicó, Talca y Santiago. Sobrellevó la enfermedad —que provocó retención de líquidos y modificó su apariencia— con tratamientos médicos y una resiliencia admirable.

Familia dividida, amor multiplicado
Sus padres se separaron cuando él era muy pequeño. Los hermanos mayores decidieron vivir con su padre y las hermanas menores con su madre. Distanciados por kilómetros, la comunicación fue difícil de mantener, pero el amor familiar siempre encontró la forma de abrirse paso.

Juventud
Terminó la enseñanza básica con sobresaltos académicos, con Javiera. Compartieron un amor juvenil, con aventuras de caza y campo, un vínculo que se reencontraría años después.

Pérdida y reconstrucción
En el año 2021, tras un accidente, perdió a su madre y a su hermana. Fue un golpe que dejó una marca profunda en su vida.
Continuó su enseñanza media en años de pandemia: los primeros dos años en modalidad online, y el tercero en presencialidad.

El renacer del amor y el milagro de un hijo
Se reencontró con Javiera en 2021, fruto de ese amor, en el año 2023 nació Miguel Ángel, un pequeño de grandes ojos y pestañas crespas, que amó con locura a su padre.

Un joven amado
Francisco tuvo una vida compleja, pero fue inmensamente amado por su nina, por sus tíos Chapeto (o Ruly), Jany y toda su familia. En ellos encontró un segundo hogar: un espacio donde fue amado, acogido y cuidado.
Quizás los duros golpes que vivió no le permitieron dimensionar cuánto se le amaba. Sin embargo, en su ausencia, se hizo evidente la huella de vida que dejó. Todos quienes lo conocieron estuvieron con él, compartiendo la angustia que provocó su partida.

Hoy, su memoria vive en su hijo, en su familia, en cada historia compartida y en cada silencio que lo nombra.

Francisco, vuela alto.
Guía a tu pequeño Miguel Ángel.
Ayúdanos a encontrar consuelo y fuerza en tu ausencia.
Tu vida fue un regalo, y tu memoria será eterna.

Aunque tu presencia física se haya ido,
tu esencia perdura en cada uno de nosotros:
en las conversaciones, en las salidas,
en las canciones que te gustaban.
Sobre todo, en el amor y dedicación a tu hijo…

Hemos aprendido de ti,
de tu historia,
de las cosas buenas y alegres que nos hacías sentir.